martes, 31 de marzo de 2015

Ácidos Grasos Omega 3, su importancia en la Salud.

Hace pocas semanas se publicó un trabajo muy interesante sobre el papel beneficioso de los ácidos grasos Omega 3 en la revista científica  American Journal of Clinical Nutrition. Dicho trabajo ha analizado la exposición al mercurio procedente del consumo de pescado en 1.535 mujeres embarazadas de Seychelles, seleccionadas a lo largo de 30 años, y en sus hijos hasta los 20 meses de edad. A las gestantes, que comieron durante su embarazo una media de 8,5 pescados a la semana, se les midió su nivel de metilmercurio (la forma más común de mercurio orgánico presente en la naturaleza) antes, durante y después de tener a sus bebés, a quienes también se les realizaron pruebas para evaluar su desarrollo neurocognitivo y capacidad motora.
Lo que se observó tras analizar los datos fue que no había ninguna relación entre la exposición a metilmercurio y el desarrollo neurocognitivo de los niños, sorprendente sabido el efecto neurológico letal y tóxico del mercurio. De hecho,  los niños de madres con mayores niveles de ácidos grasos omega 3, presentes en el pescado, puntuaron mejor en ciertas pruebas neurológicas. En cambio, aquellos hijos cuyas madres presentaban una concentración en sangre más elevada de ácidos grasos omega 6, presentes en carnes y aceites vegetales como el de soja o el de palma, puntuaron más bajo en test que miden las habilidades motoras. Es evidente un papel protector de los ácidos grasos omega 3 presentes en el pescado, y queda reflejado en este estudio donde los beneficios del consumo de pescado (que contiene este ácido graso) pueden ser mayores, o incluso enmascarar, cualquier potencial efecto adverso del mercurio que contiene dicho animal.

También se concluye que estos resultados señalan claramente que un óptimo equilibrio entre el consumo de ácidos grasos omega 6 y ácidos grasos omega 3, debido a las diferentes propiedades inflamatorias y antiinflamatorias de los ácidos grasos, puede ser el que promueva un adecuado desarrollo fetal. Os tengo que recordar que la relación de consumo actual entre omega 6 y omega 3 es de 15/1 cuando debería ser de 5/1, por tanto se debe aumentar el consumo de omega 3 para compensar este déficit y, por tanto, alcanzar el predominio de la acción antiinflamatoria de los omega 3 frente a la actividad inflamatoria que promueve los omega 6 en nuestro organismo.



Ácidos grasos omega-6, por ejemplo es el linoleico, en el cuerpo humano da lugar a ácido araquidónico AA que promueve la inflamación. Son fuente de omega-6 los aceites de semillas, de soja, de maiz, de girasol...

Ácidos grasos omega-3, por ejemplo es el ácido alfa-linolénico, esenciales son el EPA (ácido eicosapentanoico) y el DHA (ácido docosahexanoico) que realmente deben ingresar con la dieta. Son fuente de omega-3 las algas, el aceite de lino, el pescado azul, los frutos secos, el aceite de Krill, el aceite de foca...

El DHA tiene función estructural, da fluidez a las membranas celulares, fundamental en el funcionamiento cerebral y visual. Es antiinflamatorio, es antiangiogénico (interviene en la formación de los vasos sanguíneos), y puede convertirse en EPA.

El EPA frena la sintesis de AA y, por tanto, frena la inflamación, es antivasocontrictor, antitrombótico. Ayuda a resolver la inflamación evitando que se haga crónica.

Los ácidos grasos Omega 3 mejoran el pronóstico de las enfermedades neuropsiquiátricas, depresión, trastorno de déficit de atención, trastorno bipolar y esquizofrenia entre otras. La Sociedad Americana de Psiquiatría ya tiene establecida la recomendación de ingerir 1 a 2 gramos de Omega 3 al día.

Estas son algunas de las muchas ventajas para nuestra salud el consumir adecuadamente ácidos grasos Omega 3.

Ignacio Román
Doctor en Ciencias Biológicas

lunes, 30 de marzo de 2015

Cordyceps sinensis

Desde muy pequeño me ha fascinado la Naturaleza y la Vida, por eso me licencié y doctoré en Biología, y desde la visión multidisciplinar y el conocimiento que me da mi trabajo como profesor universitario, investigador y mi labor educativa y de divulgación científica en la Agencia Espacial Europea ESA, en este artículo os quiero describir brevemente una historia cuyo origen está en las montañas del Himalaya, cerca del Tibet. Antes de empezar a contaros esta historia os diré también que en los últimos años la investigación en nutrición ha pasado de la epidemiología clásica y la fisiología a la biología molecular y la genética, y aquí la epigenética, que estudia cómo influye el medio ambiente y el estilo de vida en la expresión de nuestros genes, nos está desvelando datos apasionantes sobre muchas enfermedades, entre ellas el cáncer, y sobre el envejecimiento.



Cordyceps sinensis es una rara combinación de una oruga y un hongo y se encuentra en altitudes superiores a 3.800 metros en el Himalaya. Desde hace 4.000 años se está usando por sus múltiples efectos preventivos y curativos de enfermedades (se le relaciona con el tratamiento para 21 enfermedades distintas), así ha sido descrito en los viejos libros de medicina china y medicina tibetana. Inicialmente los pastores locales del Tibet observaron que animales como el yac, la cabra, la oveja, etc que consumían C. Sinensis durante su pastoreo en los prados se hacían muy resistentes. Esta observación allanó el camino para el descubrimiento de su valor medicinal. A partir de entonces, la población local y los pastores utilizan el polvo del hongo para aumentar la producción de leche, mejorar la capacidad reproductiva y la vitalidad de su ganado, pero también ellos mismos lo consumieron y se convencieron de sus efectos medicinales en el aumento de vigor y vitalidad.

La Medicina moderna, basada en la evidencia, ha puesto el punto de mira en este fenómeno y son ya numerosos estudios y ensayos clínicos los que se han puesto en marcha para determinar y establecer el porqué de sus efectos beneficiosos en el ser humano. C. Sinensis tiene muy amplias acciones biológicas y farmacológicas en la función hepática, renal y cardiovascular. Tiene efectos preventivos y curativos en los trastornos inmunes, también en el cáncer. Induce la movilización de grasa y la beta-oxidación en nuestro metabolismo, manteniendo así el nivel de glucosa en sangre durante el ejercicio prolongado en los atletas, lo que da una mayor resistencia a la fatiga. También se ha encontrado un papel beneficioso en el asma, la tuberculosis, la diabetes, artritis y la disfunción eréctil.


Ignacio Román
Doctor en Ciencias Biológicas